domingo, 5 de septiembre de 2010

Noche...

Me han roto el corazón de nuevo…
Diferentes caminos, diferentes miradas, ya no existe el tu y yo.
Érase una vez una historia de un dulce, a veces tierno amor, una historia difícil de comparaciones, donde las noches eran especiales, donde los días eran maravillosamente soleados, donde dos personas caminaban de la mano y donde el mundo era casi ideal, por que era de ambas, crearon un mundo sin importar lo devastado que estuviera el de todos, un mundo en donde la palabra amor se sumergía en sus retinas y las estrellas eran el regalo perfecto para sentir que ambas eran la una para la otra.
Pero llego el día en que decidieron separarse ,derribar ese mundo y dejarlo en el olvido, ese día fue cuando una más que la otra se sumergió en un oscuro desazón, se dio cuenta de que el mundo no era tan maravilloso, que ya no existían estrellas por que ella se las había llevado todas en sus ojos, caminaba por las calles desconcertada buscando su mirada, buscando nuevamente sus tiernos besos, buscando lo que ya no debía buscar y menos encontrar, recorrió toda la ciudad, observo todos aquellos lugares en donde su amor se lleno de momentos imborrables, los recorrió y se sentía todo vacío, ella se sentía vacía, no había sol, ni en sus sueños podía sentir el calor de los días soleados, prefería disfrutar de la oscuridad de la noche, de la oscuridad de su nueva cama que no era de ella, prefirió sumergirse en un dormitorio nuevo, sin recuerdos, frío, sin nada que la hiciera encontrarse con ella misma. Las noches pasaban lento, se hacían largas en el vacío de sus lágrimas, veía como su mundo se destrozaba y como solamente el trozo de su desesperación solo eso se aferraba al suelo y a sus sueños, sus ojos ya no miraban, su mirada, su mirada, ¿dónde se había ido su mirada? Sus ojos ya no reflejaban luz, estaban muertos igual que su alma y su corazón, se escondía y escapaba de lo que ya no podía evitar, ya no existía la poesía en su corazón, sus manos se hicieron victimas de la caída que rompió su corazón, de la caída que lo saco de su pecho y solo quedo el recuerdo de que alguna vez hubo allí lo que ya no quiere tener, lo que ya no desea entregárselo ni a su sombra, ¿fuiste feliz conmigo? Le preguntaba todas las noches a su almohada, pero no había respuesta alguna, solo el silencio de sus lágrimas al caer, ¿me amaste alguna vez? Le preguntaba a los días, a las noches, al tiempo, al presente, pero no había caso, solo se sentían sus sollozos en la penumbra de los sueños. Recorría las calles alcoholizada por la desesperación, la falta de amor y el licor, no quería mirar nada era mejor tener la conciencia irreal de los objetos, para así hacer su vida un poco más fácil y fue cuando un día a los pies del Santa Lucia, después de una gran mentira para recorrer de una forma diferente esa ciudad, le contó todo lo que sentía a su amigo, con su conciencia e inconciencia llena de alcohol, mientras sus demás amigos dormían en las laderas de las escaleras, dormían como si fuera su cama en el pasto mojado de una noche fría, le contó todo lo que tenía en su pecho, le dijo cuanto la amaba y en su inconciencia observaba las luces y observaba como el día se ponía, le dijo que no sabía vivir sin ella y que no le importaba morirse ahora, que no le importaba nada, que a veces deseaba morirse para no pensar tanto, para no soñar tanto, para no llorar tanto, el solo la observaba no sabía que decir, pero lo mejor que pudo hacer es haberse quedado ahí solo donde estaba, escuchando como ella le decía que no se avergonzaba de llorar y confesándole cuantas veces había pensado en que la muerte era mejor, en que desaparecer de una vez, era mejor, confesándole que estaba sumergida en una depresión esa que tienen nombre de corazón de ese que ella se había llevado entre sus brazos como trofeo de un desamor, ni el frío sentía no sé si fue el alcohol, la noche, el día, pero ella ya no podía más, recordaba cada momento en esa ciudad observaba el horizonte despiadado de un cielo oscuro y como sus recuerdos se sumergían en la tierra y caían con sus palabras y con la noche. Llego la hora de partir, de seguir, de volver a su ciudad, caminaba desvariada, caminábamos todos desvariados de regreso a la realidad, una pelea gritos, ella miraba, uno de sus amigos se tiro contra un auto en una calle desconocida, cayó al suelo, se sintió el golpe en su pecho. Ella pensó: que no hubiera deseado por que hubiera sido yo quien cayó ahí en ese momento, pero con el destino fatal que ella no vivió, que no paso de heridas superficiales, que no hubiera deseado yo por que mi vida se hubiera terminado ahí con esa declaración de amor, al cerro, a la noche, a la gente y a ella que nunca lo va a saber… Una noche más larga de lo común, una mañana en el hospital y los días que ya se avecinan en una inercia total.